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OpusMusica, nº 19, Octubre de 2007
“Nusantara”, una gran Sinfonía
Adolfo del Brezo
… Los compositores son libres de seguir el camino estético que escojan, son libres de crear siguiendo su voz interior, pero en ocasiones uno se pregunta para quién componen algunos compositores de nuestra época. Esto no ocurre en absoluto con la Segunda Sinfonía de David del Puerto, obra plenamente integrada en la estética de su tiempo pero que a la vez es perfectamente asequible al oyente, sin necesidad de caer en la dudosa “Nueva simplicidad”. La obra, de estética plenamente actual, asimila influencias de muy diversa procedencia que el propio compositor explica detalladamente en los comentarios —en español— incluidos en la carpetilla que acompaña al CD. La gran virtud de esta gran sinfonía es que su belleza no está reñida con la accesibilidad para el gran público. Se trata de una sinfonía con piano obligado, con una relación entre piano y orquesta del tipo de la que se encuentra en la Segunda Sinfonía, “The age of anxiety” de Leonard Bernstein. La parte solista es de gran dificultad e importancia y está brillantemente defendida por el pianista Ananda Sukarlan, quien se luce con largas intervenciones en solitario. Sukarlan nos ofrece sus personales comentarios sobre la obra en las notas de la carpetilla del CD, al igual que…. y el director (y compositor) José Ramón Encinar…. Al contrario de otras obras, que hacen huir al público de la música actual, esta sinfonía es de las que son capaces de crear afición y hacer recuperar al a menudo sufrido oyente, su fe en el auténtico sentido de la creación actual….
Orquesta de la Comunidad de Madrid
José Ramón Encinar, director; Ananda Sukarlan, piano
Auditorio Nacional, 9 de mayo de 2006
ABC, martes 16 de mayo de 2006
Primeras Canas
Alberto González Lapuente
Los síntomas de la madurez no son siempre coincidentes. Por ejemplo, al compositor David del Puerto le asoman muchos y diversos. Lo acaba de verificar su segunda sinfonía “Nusantara”, recién estrenada por la Orquesta de la Comunidad de Madrid y su titular, José Ramón Encinar, tras el encargo propiciado por la propia Comunidad de Madrid. Pero “Nusantara” no es obra de circunstancias. Lo delata la larga duración y el despliegue de medios. Tampoco es una obra sinfónica “in stricto sensu”, pues maneja el piano concertante amalgamado entre los instrumentos a la manera del “Prometeo” de Scriabin, la cuarta sinfonía de Szymanowski o la segunda de Bernstein. Es decir, con el protagonismo justo y la dificultad suficiente como para que su parte culmine en varias cadencias que son un ejercicio de auténtico virtuosismo El espíritu de la partitura es ambicioso; su perfil muy bien estructurado. Es música digna de alguien con las ideas amuebladas, con depurado oficio, recursos, y deseo de indagar en la claridad. La obra de un compositor sensato y maduro.
Podría considerarse una aparente contradicción el choque entre la ambición de su apariencia y la sencillez con la que en el fondo se manejan los parámetros en juego. En “Nusantara” se entrecruzan anchura melódica, nitidez de la armonía y rotundidad rítmica, adornándose todo ello de muy atractivas sonoridades y de algún tema admirativo, en este caso hacia la obra de Bernstein. Al igual que está sucediendo con otras composiciones de sus coetáneos, ésta, de David del Puerto, manifiesta grandeza dentro de la simplicidad, naturalidad en la expresión y racionalidad en el discurso. Con esa intención lo explicó Ananda Sukarlan y la orquesta madrileña, de sonido especialmente fresco tras haberse paseado previamente por las curiosas espesuras dialéctico-románticas de la “Obertura Inés de Castro del portugués Vianna da Motta.
EL PAÍS, jueves 11 de mayo de 2006
Ritmo y color
Luis Suñén
El estreno de la Segunda sinfonía – Nusantara – de David del Puerto (1964) era uno de los momentos más esperados de la temporada, sobre todo para quien escuchara el año pasado en el Festival de Canarias su magnífica Primera – Boreas -. La nueva propuesta confirma un dominio de la orquesta que aquí se hace patente a través de las oleadas de un primer movimiento que une lo implacable del sentido rítmico a un colorido que remite por momentos a un exotismo a lo Messiaen que se confirmará luego con los guiños al gamelán indonesio. A eso añádase el tratamiento del piano como elemento concertante pero también en un par de grandes cadencias que son mucho más de lo que parecen, toda una glosa al material expuesto. Y la emoción de la cantilena de las cuerdas y el corno inglés o la exaltación definitiva de un último tiempo afirmativo y directo. Formidable música que fue estupendamente servida por Ananda Sukarlan y la Orcam bajo la cuidadosa dirección de Encinar y que no debieran esperar a dar en sus programas las orquestas españolas.