Melómano Digital, Marzo de 2020
David del Puerto. Guitar Sonatas Volume. 1
Enrique Pastor Morales
El compositor David del Puerto compuso, un lustro atrás, tres sonatas que han pasado a ser una parte fundamental dentro de su repertorio guitarrístico, entre el que se encuentran obras de género solista, camerístico e, incluso, concertante.
Del Puerto experimenta con las reminiscencias formales y armónicas de siglos pasados, mientras que a su vez apunta toques novedosos desplazándose de los centros tonales y combinando recursos técnicos más propios de la música contemporánea.
Jeremy Bass es el intérprete idóneo para llevar este repertorio a cabo, puesto que es capaz de viajar desde los sonidos más sutiles y misteriosos a la extravagancia y arrojo de los rasgueos, ‘pizzicati Bartók’ o violentos portamentos.
Cada sonata profundiza, reafirmándola, en la clásica forma bien conocida por todos, con la exposición de temas contrastados, desarrollos y reexposición de los temas. Pero aporta un toque personal que va más allá de las sonatas clásicas y románticas. Mediante los procedimientos de la repetición, conectados con el Minimalismo, o la recontextualización de temas.
Cada sonata posee una reminiscencia de temas de la Segunda Sinfonía de Leonard Bernstein y una serie dodecafónica que revela el influjo de Arnold Schoenberg.
La Primera Sonata está conformada por cuatro movimientos que, de forma cíclica, va desarrollando temas transversales que aparecen a lo largo de todo el discurso. Esta obra se mueve entre diversas sonoridades. Por momentos nos remonta a la ambientación de las obras de Debussy, escuchamos melodías que tienden hacia lo modal y en ocasiones nos transporta a desconocidos lugares remotos. En el Finale se vuelve a repetir de manera literal la última página de primer movimiento, Allegro moderato.
La Segunda Sonata, de menores dimensiones, parece tener un esquema casi de sonatina clásica, con tres movimientos. Sin el carácter sofisticado y experimental de la Primera, el segundo movimiento, Coral, una pequeña pieza que conecta con un rondó virtuoso del Finale. En este podemos apreciar un toque español en el estribillo y una reformulación de la secuencia ‘Dies irae’. Del Puerto exprime el instrumento usando de forma incesante las seis cuerdas, desde el primer al último traste, y con un amplio uso de acordes y arpegios.
La Tercera Sonata está precedida por una pieza llamada Interludio de estío, una obra evocadora con un tema de gran belleza que aparece repetidamente y permite al oyente reposar sobre un colchón tonal, ensoñador, que rápidamente modula hacia otras sonoridades sorprendentes y contrastadas. De cinco movimientos es esta última sonata, dedicada al mismo intérprete, Jeremy Bass. Aun aplicando los principios formales de la sonata clásica, se comienza por un Preludio que nos lleva a la suite barroca. No es esta su única alusión, también hay un Scherzo con chacona y un Adagio interroto, interrumpido por un ritmo rápido y ternario que recuerda a la giga. Estos elementos barrocos están alternados con series dodecafónicas, conformando un lenguaje propio y muy personal. Esta suma de influencias y estilos es, en cierto sentido, un elemento formal en su música, que conjuga con genialidad según los procedimientos de la yuxtaposición y la repetición.
Según Jeremy Bass, Del Puerto adopta una actitud crítica con respecto a la forma sonata, si bien se vale de sus características canónicas, él las reinventa, las expande y se aleja, sin dejar de estar dentro, de su forma ortodoxa y original. También Bass nos habla del carácter posmoderno de estas obras, por su estructura de mosaico y por un uso de la tonalidad, tónica-dominante, no de una manera estructural sino apelando a la pura nostalgia de ciertas sonoridades.
Bass resuelve perfectamente todos los retos interpretativos y técnicos, los cuales no son pocos, entendiendo la obra de Del Puerto de manera que nos llega a los oídos de manera clara y transparente, aun siendo conscientes de las múltiples capas que podemos desbrozar tras su escucha atenta y un análisis concienzudo. Estamos deseando escuchar el volumen II.
Espacio-arezzo.com, Febrero de 2020
David del Puerto: Sonatas para Guitarra (volumen I)
Álvaro Menéndez Granada
No hay nada como tener principios para contradecirlos en cuanto surge la más mínima ocasión. Estaba yo concentrado en la crítica de música para piano cuando, de pronto, llega a mis manos este nuevo lanzamiento de Orpheus Classical con las tres primeras sonatas para guitarra de David del Puerto. Yo, que tengo un conocimiento más bien escaso de la técnica guitarrística, me he propuesto escribir sobre este disco como simple oyente, sin pretender profundizar más allá de lo que los sentidos me transmiten y las emociones que la música me sugiere. En otras palabras, voy a ser tremendamente subjetivo. Están avisados.
El compositor madrileño David del Puerto (1964), es una figura cuyo nombre no era desconocido para mí. Sí lo era, en cambio, su producción musical, con la que no había tenido el menor contacto en toda mi carrera. Cuando recibí el disco no tenía nada claro que no terminase siendo uno de tantos otros que no duran en mi reproductor de CD más de cinco minutos. Sin embargo, lejos de eso, encontré una música —diría que interpretada con gran sensibilidad y acierto por el guitarrista, natural de Nuevo México, Jeremy Bass— que me atrapó desde el principio. Bien elaborada y formalmente coherente, la música de del Puerto habla con un lenguaje propio, con carácter y con fuerza.
Se incluyen en el disco las sonatas nº1, 2 y 3, además de la pieza «Interludio de estío». La primera de estas sonatas está estructurada en cuatro movimientos, el primero de los cuales muestra un elegante y eficaz empleo del contrapunto. Sigue un movimiento rápido, en el que el germen reside en un patrón de notas repetidas. Quizá me equivoque pero no parece nada fácil para el intérprete, que además se ve obligado a constantes cambios de carácter. Este segundo movimiento tiene una parte central más lírica, cuyo sonido resulta muy dulce en la interpretación de Bass. El tercero, «Balada», arranca aparentando ser el movimiento más lento y expresivo de la sonata, aunque a medida que avanza vamos encontrando momentos que recuerdan al ambiente del primero. Armónicamente es muy interesante y, aunque no he tenido ocasión de hacer un análisis sobre la partitura, la escucha deja ver una gran atención al detalle y una búsqueda concienzuda del color sonoro. Precioso movimiento el Finale, que se mueve en un entorno armónico más cercano a la tradición tonal, con un primer tema que revolotea alrededor de una nota repetida incesantemente y que establece el centro en torno al cual orbita todo lo demás.
La segunda sonata, de mucha menor duración, es una obra más oscura que su hermana mayor. Su primer movimiento está plagado de pasajes de notas repetidas en los que se aprecia una cierta impaciencia, un nerviosismo que tiene al oyente en vilo hasta el delicado final. El segundo es un coral, muy breve, casi un puente entre los movimientos extremos. Predomina la textura homofónica y su atmósfera es mucho más plácida, si bien no se renuncia a determinadas construcciones armónicas que se me antojan inquietantes. El Rondó Scherzando es ágil, con unos patrones rítmicos muy enérgicos que parecen tomados del folklore y reelaborados para adaptarlos —con acierto y personalidad— a las intenciones expresivas del autor.
«Interludio de estío» es una breve página en la que, al igual que en el último movimiento de la segunda sonata, el ritmo tiene un papel protagonista. Los esquemas rítmicos se revelan complejos y la armonía inquieta. Aunque tiene entidad propia bien podría ser un movimiento de una obra más grande. Es una pieza atractiva que, pese a su interés, queda un poco oculta tras la enjundia de las tres sonatas a las que acompaña: nadie repara en los peces piloto cuando nos rodean los tiburones.
La tercera sonata tiene cinco movimientos, el primero de los cuales es un preludio muy rítmico que da paso a un precioso tiempo lento cuyo fluir se ve interrumpido en varias ocasiones por pasajes de diferente matiz afectivo. El Scherzo con chacona que ocupa el tercer lugar nos devuelve al ambiente festivo y rítmico del inicio, mientras que en el cuarto movimiento, Fantasía, el compositor aprovecha para trasladar el protagonismo a la melodía. Los atractivos giros temáticos de este movimiento nos conducen al Finale en el que, una vez más, las notas repetidas y los motivos creados a partir de células diminutas tienen un predominio incontestable. Poco más de un minuto es suficiente para, de forma vivaz y vigorosa, cerrar la sonata con contundencia.
No imaginaba, al abrir este disco, que iba a encontrar en él tres obras de recursos tan variados y lenguaje tan personal. Además, el guitarrista Jeremy Bass hace un trabajo excepcional, la toma de sonido es impecable y el instrumento posee un sonido redondo, con cuerpo, que puede ser dulce y áspero a voluntad del intérprete. Sin duda se trata de música muy recomendable, incluso para los reticentes —sé que están ahí— a las músicas actuales. Denle una oportunidad a estas tres sonatas para guitarra de David del Puerto, porque si escuchan con mente abierta oirán un compositor de calidad que desarrolla su propia línea de expresión, que tiene mucho que decir y que, a la vista del resultado, sabe perfectamente cómo decirlo.